DOMINGO, 04 DE MAYO DE 2014 18:34 MARÍA TORRES
Dalías. 3 de mayo de 1939. Terminada la Guerra Civil, cientos de vecinos se agolpaban con júbilo en la entrada al municipio para recibir la nueva talla del Cristo de la Luz. Dos dalienses afincados en Sevilla, Francisco Callejón y José Lirola, pagaron 4.500 pesetas por la imagen. Es el punto de partida de una devoción que ha trascendido los límites de esta pequeña localidad tradicionalmente católica, enclavada entre las comarcas de la Alpujarra y del Poniente de Almería. Hoy Dalías conmemora con solemnidad aquel ‘rayo de luz’ porque el fervor de entonces permanece intacto 75 años después.
Aquel 3 de mayo de 1939 se acabó el desconsuelo y el vacío que originó entre los dalienses la destrucción de la imagen original al iniciarse la Guerra Civil. La nueva talla, obra «del mejor imaginero del momento», fue encargada al escultor sevillano Antonio Castillo. El 10 de abril de 1937 se firmó el contrato, bajo unas estrictas condiciones de pago: la inmediata entrega de 1.000 pesetas, 1.000 más cuando el Cristo estuviera tallado en madera y las 2.500 restantes, quince días después de su entrega. El Cristo Crucificado número 37 de Antonio Castillo cautivó a los dalienses por su extrema belleza y la devoción hacia esta talla ha ido creciendo con el paso del tiempo hasta convertirse en un sentimiento imparable entre sus devotos.
Han pasado 75 años desde que Francisco Callejón cumpliera su deseo de adquirir una nueva talla para Dalías. En una reunión celebrada el 23 de abril de 1939 para reorganizar la Hermandad del Cristo de la Luz de Dalías, Callejón explicó la gestiones que estaba realizando en el número 52 de la sevillana calle San Vicente, domicilio del escultor Antonio Castillo. Según recoge el contrato de compra, este daliense encargó «una imagen del Santísimo Cristo de la Luz, tallado en madera de cedro y policromado, con la cruz tallada en rústico, tamaño natural». Callejón se puso en contacto con su paisano José Lirola quien le agregó el trono y las andas correspondientes para poder sacarlo en procesión cada tercer domingo del mes de septiembre. Así quedó recogido en el acta de aquella reunión que tuvo lugar en la sacristía de la iglesia parroquial de Dalías.
Tal y como figuraba en el contrato establecido entre Callejón y el escultor sevillano, la nueva talla del Cristo de la Luz de Dalías llegaba a la localidad el 3 de mayo de 1939.
Restauraciones posteriores
Desde entonces, la imagen del Cristo Crucificado ha necesitado tres restauraciones posteriores. La primera tuvo lugar tras el incendio que destrozó buena parte de la iglesia que custodiaba al Santo Cristo de la Luz. Durante la noche del 20 de septiembre de 1993, los vecinos se vieron alarmados por las llamas que azotaron al templo. Un grupo de hermanos logró rescatar a tiempo al Cristo que sólo sufrió daños en su policromía. Mientras se organizaban para restablecer la normalidad, los dalienses se echaron a la calle para pedir donativos que sufragasen la restauración de la talla. Una año después, el Cristo abandonaba por primera vez Dalías para someterse a un proceso de rehabilitación en Sevilla, en este caso, en el taller de Juan Abad y Silvia Martínez.
Aquella primera restauración no consiguió eliminar completamente las huellas que el fuego plasmó sobre la venerada escultura y se realizó una segunda rehabilitación, cinco años después, en el taller madrileño de los Hermanos Cruz Solís. La última intervención tuvo lugar en 2007 en este mismo taller que, cada dos años, vela por el buen estado de la talla.
Fiestas patronales
El Santo Cristo de la Luz de Dalías procesiona una vez al año, el tercer domingo del mes de septiembre, con motivo de las fiestas patronales de este municipio de más de 3.500 habitantes. Son días de fervor, pólvora y ruido. Coincidiendo con la recta final de agosto, el goteo de peregrinos que llegan a la localidad daliense a pie es constante. Miles de personas arropan al Santo Cristo de la Luz en su ‘día grande’ donde los incontables cohetes simbolizan la exaltación de la fe hacia esta venerada imagen.
Especialmente emotiva es su llegada en procesión a la iglesia de Santa María de Ambrox cuando la ‘luz’ que irradia el Cristo hace que «la noche se convierta en día».